jueves, 13 de noviembre de 2008

¿Ineptos o nefandos?

¿Quién resguarda la llave de la verdad? ¿Porqué ante lo inalcanzable y desconocido buscamos a Dios?
Los espejos del cuarto giran a nuestro alrededor, nos confundimos por el miedo... somnolientos... anestesiados... montamos figuras de fantasía, estamos en una calesita que gira con una música alegre. Entusiasmados... tratamos de tomar la sortija de un payaso que observamos a nuestro costado, dicho payaso antes de sentir el calor de nuestras manos arroja la sortija lejos y sonríe sádicamente. A esto nosotros no hacemos más que contemplar la sortija... viéndola, creyendo que la poseemos con solo mirarla... ¡que ilusos!
La figura del payaso retorna como una gran sombra proyectada en el mismo cuarto... un fantasma de nuestro siniestro accionar.

¿Por qué creemos tener la sortija con solo mirarla? Es aquí donde pienso acerca de lo mencionado en la introducción. La velocidad de la comunicación es cada vez más rápida y mayor, pero que acerca de nuestro tiempo a procesarla... a reflexionarla... a asumirla... ¿Es el mismo?

A su vez, cuando hablamos entre nosotros, ¿qué hay respecto a la velocidad de nuestras palabras con relación a la de nuestro pensamiento?

La información se decanta por todos los medios, nos atrapa como en una especie de licuadora, al cabo de un tiempo nos sentimos mareados, perplejos, impávidos. Nos genera una desgraciada sensación en nuestro interior, un ataque de llanto que evita que nos relacionemos con el otro, que nos topemos con otro sujeto. El otro, es justamente un extraño, al cuál le tengo miedo, el único deseo parece ser cegarnos por los medios y escapar de la realidad... como sujetos narcisistas que mutan desde el miedo... ¿Encerrados y mutando en nuestro cuarto?... ¿será que nos estamos convirtiendo en Gregorios?[1]

Entonces, ¿Las decisiones caen en quienes nos gobiernan? ¿Cuál es el límite? Los límites de un espacio en un tiempo se marcaban por la tradición y la difusión. Entonces, se diseño un territorio, el cuál preserva una identidad mediante una construcción simbólica: ya sea el himno patrio, la bandera, el escudo o la escarapela como referentes. Allí se construye un estado nación, en el cuál se genera una cierta interacción, al cuál nos sometemos desde en un campo espacial y social como una única vigilancia.

Desaparece una sociedad que vivía en comunidad espiritual y religiosa, aparece una sociedad estatal que con una única mirada pueda recorrer el mayor número de rostros, cuerpos, actitudes, la mayor cantidad posible de celdas. El panóptico de Bentham, entendido desde la arquitectura de las prisiones, los hospitales, las escuelas, etc.

Con la modernidad se produce una desterritorialización, esta arquitectura se debilita, entonces las instituciones y propiamente la identidad nacional exigen permanentes esfuerzos de reconstrucción. Se genera una transición de los pueblos atrasados a la modernidad norteamericana, surge el idioma inglés como lengua internacional y crece el imperialismo en donde política, economía y cultura son ejercicios de poder a través de políticas democráticas y neoliberales. En este panorama se dedica a producir dos o tres elementos con una serie de tareas sencillas, rápidas como hablar de una obra serializada de Andy Warhol.

Aparece la internacionalización de los procesos económicos y culturales, que se da por el avance tecnológico, los intercambios comerciales y el aumento de extensión geográfica de actividades económicas. Además, la globalización, gran motor de codicia y poder, genera una desigual concentración de riqueza, tanto de bienes y servicios. El consumo y la producción son dirigidos a un mercado mundial, los productos y servicios se consumen fuera del país, un impacto directo hacia las costumbres, los hábitos y valores.

Lo que era una ética del trabajo en donde existía la igualdad, cualquier trabajo por bajo que sea era honrado y respectado como cualquier otro, era estable, daba la posibilidad de ahorro a futuro, requería mayor participación social para la producción. Luego, pasamos a una ética del consumo. En la misma, los individuos son moldeados, les imponen la voluntad de consumir. Cada uno construye su propia identidad. El rango laboral es mirado con otra vista por el mercado.

Consumir significa destruir, usar las cosas, comerlas, jugar en ellas, satisfacer necesidades y deseos. Con esto observamos que no existe un proceso residual o de reciclado sobre la gran mayoría de desechos. Además de generar calentamiento global y una escasez de los recursos naturales (lo cuál afecta directamente a nuestro ecosistema), extinguiendo especies y cambiando las condiciones climáticas.

Aquí aparece un gran marco de exclusión social. Esto se da justamente por una contradicción de ese estado nación con la transnacionalización, los mercados locales y la imposible competencia con las multinacionales; lo que genera una gran crisis que impacta en la cultura. La pobreza es amenazada por la supervivencia: miedo a morirse de hambre, falta de servicios, escasez de comida, carencia de techo y de abrigo.
Esta flexibilidad no solo no da libertad de acción, autonomía y derecho a la realización personal sino que también genera desarraigo forzoso, falta de seguridad, falta de garantías públicas y futuro incierto.

Tranquilamente con este marco podemos decir que los cuatro jinetes del Apocalipsis al menos montan sus caballos sobre el horizonte. Y ante esto... nosotros ¿ineptos o nefandos?

[1] Referencia a la obra Metamorfosis de Franz Kafka

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