“Treinta días completan un mes, 12 meses un año, 30 años una generación, 12 generaciones una fase (360 años), 30 fases un período (10.800 años), y 12 períodos un ciclo que consiste en 129.600 años. El Cielo fue creado en el 1° período, la Tierra en el 2° período y los seres humanos en el tercer período, ahora estamos en el 8° período que es la época áurea así como también el punto crucial del mundo. Al principio del 9° período la humanidad será llevada de vuelta al Cielo o destruida, dependiendo del mérito de cada uno. La Tierra desaparecerá en el 10° período, el Cielo en el 11° y el mundo volverá a nada en el 12°. El significado de la Unificación es sostener una versión condensada del mundo en nuestras manos, simbolizando el inicio y el fin del mundo.”
Estas palabras son tomadas del Ten Tao, nos marcan un comienzo y un final del mundo como así también una advertencia de unificación.
Para que la humanidad pueda romper los ciclos de un mundo muerto... de un mundo moribundo. Puede ser que el humano deje de identificarse con las espirales de desintegración y, en vez de ello, montarse en las espirales de integración que conducen a la fuente de la vida, se le debe dar una nueva perspectiva a esa vida. Se debe llevar al concepto de que la medida de un hombre se mide en dimensión contra la medida del cosmos.
Estas palabras son tomadas del Ten Tao, nos marcan un comienzo y un final del mundo como así también una advertencia de unificación.
Para que la humanidad pueda romper los ciclos de un mundo muerto... de un mundo moribundo. Puede ser que el humano deje de identificarse con las espirales de desintegración y, en vez de ello, montarse en las espirales de integración que conducen a la fuente de la vida, se le debe dar una nueva perspectiva a esa vida. Se debe llevar al concepto de que la medida de un hombre se mide en dimensión contra la medida del cosmos.
Imagen: http://media.photobucket.com/image/cosmos/Aiki_liann/cosmos.jpg
Tienes el don de la conciencia centrada en la llama de la vida, enclavada en el corazón, conocida como Dios, por su potencial ilimitado, como un ser infinito a pesar de estar atado a una matriz finita. La llama cumple una ley universal, una continuidad, porción del Espíritu que es inmortal, eterna. Las capas de esta conciencia que rodean al alma son: los campos energéticos de la mente y la memoria, emociones, sentimientos, forma física, conciencia de la forma, percepción e impresiones. Estamos hablando de una autodisciplina del ser.
De estos campos energéticos de la mente, denominada noosfera en nuestro planeta. Noos proveniente del griego mente, estamos hablando que Gaia tiene una mente planetaria, la cuál puede tomar conciencia a través de un campo unificado de la mente humana operando en la telepatía universal.
El pensamiento crítico para establecer que el humano es solo un canal, un medio por el cuál puede elevar su conciencia a niveles más altos. Por lo cuál a través de nuestros pensamientos, nuestras emociones modifican la noosfera.
“¿Qué debo ser, yo que pienso y que soy mi pensamiento, para que sea aquello que no pienso, para que mi pensamiento sea aquello que no soy? ¿Qué es, pues, ese ser que centellea y, por así decirlo, parpadea en la abertura del cogito pero que ni está dado soberanamente en él y por él? ¿Cuál es, pues, la relación y la difícil pertenencia entre el ser y el pensamiento? ¿Qué es este ser del hombre y cómo puede hacerse que este ser, que podría caracterizarse tan fácilmente por el hecho de que “posee pensamiento”, y que quizá sea el único que lo tenga, tenga una relación imborrable y fundamental con lo impensado?”
Michel Foucault nos trae estos interrogantes acerca de esta dimensión en la que el pensamiento se dirige a lo impensado y se articula en él.
Una famosa caricatura de la revista The New Yorker muestra un gran computador y a su lado dos científicos. Uno de ellos tiene bajo el brazo la cinta que la máquina acaba de producir, mientras que el otro mira el mensaje que ha impreso: “Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo). A esta dependencia amenazadora de la máquina Bruce Mazlish la denomina la cuarta discontinuidad.
La primera discontinuidad se produce cuando Copérnico enseño que la tierra no era el centro del universo. La segunda de Darwin que privó al hombre de su peculiar privilegio de haber sido especialmente creado y nos relego a descendientes del mundo animal. La tercera esta marcada por Freud por el camino del psicoanálisis.
La teoría de Gaia de James Lovelock indica que la tierra es un sistema único y autorregulado, formado por componentes físicos, químicos, biológicos y humanos. Las interacciones y flujos de información entre las partes que lo componen son complejos y exhiben gran variabilidad en sus múltiples escalas temporales y espaciales. Describe a “Gaia” como metáfora de tierra viva en relación a la diosa griega.
Leonardo Da Vinci interpretó el cuerpo humano como un microcosmos de la Tierra y la Tierra como el macrocosmos del cuerpo humano. Él no sabía, cosa que nosotros hoy en día conocemos que el cuerpo humano es a su vez un macrocosmos de otros elementos de la vida – bacterias, parásitos y virus que a menudo están en guerra unos con otros y que en conjunto superan en números a las células de nuestro cuerpo.
Lovelock nos denuncia que hemos crecido en tal medida, que nuestra presencia afecta al planeta como si fuéramos una enfermedad. Igual que en las enfermedades humanas, hay cuatro posibles resultados: destrucción de los organismos invasores que causan la enfermedad; infección crónica; destrucción del huésped; o simbiosis, es decir, el establecimiento de una relación perdurable y beneficiosa entre el huésped y el invasor.
A continuación abordamos una ciudad llamada Auroville en donde de algún modo intentan encontrar un camino desde una autodisciplina del ser y una autorregulación de su comunidad, emergiendo diferencialmente a una unidad funcional.
Tienes el don de la conciencia centrada en la llama de la vida, enclavada en el corazón, conocida como Dios, por su potencial ilimitado, como un ser infinito a pesar de estar atado a una matriz finita. La llama cumple una ley universal, una continuidad, porción del Espíritu que es inmortal, eterna. Las capas de esta conciencia que rodean al alma son: los campos energéticos de la mente y la memoria, emociones, sentimientos, forma física, conciencia de la forma, percepción e impresiones. Estamos hablando de una autodisciplina del ser.
De estos campos energéticos de la mente, denominada noosfera en nuestro planeta. Noos proveniente del griego mente, estamos hablando que Gaia tiene una mente planetaria, la cuál puede tomar conciencia a través de un campo unificado de la mente humana operando en la telepatía universal.
El pensamiento crítico para establecer que el humano es solo un canal, un medio por el cuál puede elevar su conciencia a niveles más altos. Por lo cuál a través de nuestros pensamientos, nuestras emociones modifican la noosfera.
“¿Qué debo ser, yo que pienso y que soy mi pensamiento, para que sea aquello que no pienso, para que mi pensamiento sea aquello que no soy? ¿Qué es, pues, ese ser que centellea y, por así decirlo, parpadea en la abertura del cogito pero que ni está dado soberanamente en él y por él? ¿Cuál es, pues, la relación y la difícil pertenencia entre el ser y el pensamiento? ¿Qué es este ser del hombre y cómo puede hacerse que este ser, que podría caracterizarse tan fácilmente por el hecho de que “posee pensamiento”, y que quizá sea el único que lo tenga, tenga una relación imborrable y fundamental con lo impensado?”
Michel Foucault nos trae estos interrogantes acerca de esta dimensión en la que el pensamiento se dirige a lo impensado y se articula en él.
Una famosa caricatura de la revista The New Yorker muestra un gran computador y a su lado dos científicos. Uno de ellos tiene bajo el brazo la cinta que la máquina acaba de producir, mientras que el otro mira el mensaje que ha impreso: “Cogito, ergo sum” (Pienso, luego existo). A esta dependencia amenazadora de la máquina Bruce Mazlish la denomina la cuarta discontinuidad.
La primera discontinuidad se produce cuando Copérnico enseño que la tierra no era el centro del universo. La segunda de Darwin que privó al hombre de su peculiar privilegio de haber sido especialmente creado y nos relego a descendientes del mundo animal. La tercera esta marcada por Freud por el camino del psicoanálisis.
La teoría de Gaia de James Lovelock indica que la tierra es un sistema único y autorregulado, formado por componentes físicos, químicos, biológicos y humanos. Las interacciones y flujos de información entre las partes que lo componen son complejos y exhiben gran variabilidad en sus múltiples escalas temporales y espaciales. Describe a “Gaia” como metáfora de tierra viva en relación a la diosa griega.
Leonardo Da Vinci interpretó el cuerpo humano como un microcosmos de la Tierra y la Tierra como el macrocosmos del cuerpo humano. Él no sabía, cosa que nosotros hoy en día conocemos que el cuerpo humano es a su vez un macrocosmos de otros elementos de la vida – bacterias, parásitos y virus que a menudo están en guerra unos con otros y que en conjunto superan en números a las células de nuestro cuerpo.
Lovelock nos denuncia que hemos crecido en tal medida, que nuestra presencia afecta al planeta como si fuéramos una enfermedad. Igual que en las enfermedades humanas, hay cuatro posibles resultados: destrucción de los organismos invasores que causan la enfermedad; infección crónica; destrucción del huésped; o simbiosis, es decir, el establecimiento de una relación perdurable y beneficiosa entre el huésped y el invasor.
A continuación abordamos una ciudad llamada Auroville en donde de algún modo intentan encontrar un camino desde una autodisciplina del ser y una autorregulación de su comunidad, emergiendo diferencialmente a una unidad funcional.
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